martes, 12 de mayo de 2009

LA GLOBALIZACION

LA GLOBALIZACIÓN
“...Y SUS NUEVOS ENFOQUES”


ANTONIO ESPINO MANDUJANO

Después de la misa en la pequeña parroquia de la Noria tronaron los cohetes y acompañados por una banda de música, más de mil tarimorenses caminaron por la calle principal de esta localidad hasta la salida a la carretera de el Cacalote.
Iban los peregrinos con sus banderas desplegadas, de un amarillo citrino, grandes y en agitación constante. Eran un grupo de hombres con sombreros y cachuchas, y mujeres con pantalones de mezclilla y enaguas de un azul chillante.

Caminaban a mitad del campo sobre sus ágiles zapatos y huaraches de cuero levantando nubes de polvo y bajo un sol que se asomaba a la ladera de mezquites verdes que enmarcaban el panorama silvestre.

El reloj marcaba las 12:30 horas y el repiqueteo de las campanas de la parroquia del Cacalote,Gto. alcanzó su máxima intensidad cuando los peregrinos arribaron al poblado. Golpea la resolana. No importa. Desde lejos se percibe cómo se desplaza un alfombra de sombreros, cachuchas y sombrillas que van poblando el atrio del recinto cristero, donde se le rinde culto a fray José Pérez.

Llega el padre Alfredo Gallegos y entonces se escuchan gritos. Vestido con una camisa campirana abierta hasta la mitad del esternón y botas vaqueras, el Padre Pistolas le gusta echar rollos alegres ante audiencias cautivas y disfrutar de amabilidades y vítores.

En esta ocasión, en tono paternal preguntaba a los presentes: “¿quieren que cante, que cuente chistes o que hable de la Mula de seises...?”. “¿Cuál es el tema?”. Bueno, respondía él solo: “el tema de hoy es la globalización y sus nuevos enfoques, así que les pido su comprensión...y espero reflexionen el mensaje. La gente, en su mayor parte del sexo femenino, asentían.


¡RE-SUL-TA-DOS!

Animado por los aplausos, el sacerdote empezó a hablar a la multitud desde lo alto de una pila de ladrillos: “paisanada, había una vez, en Tarimoro (un pueblo del sureste del estado), dos paisanos gordinflones hijos de familia tradicionista y muy católica que se llamaban Rubén Ramírez. Uno, sacerdote famoso por recrear figuras evangélicas, y el otro era chofer de microbús, obeso y abotagado. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces, llegan al cielo, donde los espera San Pedro vestido de humilde túnica blanca que contrastaba con los elegantes trajes sastre y vestidos tipo Chanel de unas esposas de presidentes municipales de la región que esperaban turno. “¿Tu nombre?”, pregunta el santo al primero. “Rubén Ramírez”. “¿El sacerdote?”. “No, no; el chofer Burrén”. El santo custodio de las llaves del Cielo consulta su planilla y dice: “bueno, por tus actos y trapacerías de microbusero, te has ganado el Paraíso. Por lo tanto, te corresponden estas túnicas de seda con hilos de oro y esta vara de áureo metal con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar. “Gracias, gracias, dice el chofer que siempre andaba al volante de un microbús del año del caldo, medio destartalado y con las llantas lisas. Pasan dos mujeres más (ex primeras damas), y luego le toca el turno al otro Rubén, quien había presenciado la entrada de su paisano. “¿Tu nombre?”. “Rubén Ramírez. “¿El sacerdote?” “Si”. “Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata de poliéster y esta vara de mezquite”. El sacerdote dice: “perdón, no es por presumir, pero...debe haber un error. ¡Yo soy Rubén Ramírez, el sacerdote!”. “Sí, hijo mío, te has ganado el Paraíso, te corresponde la bata de...” “¡No, no puede ser!. Yo conozco al otro señor, era un chofer, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como microbusero, en su camión con las puertas abolladas y raspadas, el chasis todo madreado de tanto golpe bajo, se subía a las banquetas, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa y en otra ocasión tiró dos postes del alumbrado. Y yo me pasé 50 años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia de San Miguel. ¿Cómo puede ser que a él le toque una túnica con hilos de oro y vara de platino y a mí esto?. ¡Debe haber un error!”. “No, no es ningún error dice San Pedro, lo que pasa es que aquí en el Cielo ha llegado la globalización con sus nuevos enfoques administrativos. Nosotros ya no hacemos las evaluaciones como antes”. “¿Cómo? No entiendo”. “Claro, ahora nos manejamos por objetivos y resultados. Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás en seguida: durante los últimos 50 años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía; pero cada vez que el chofer conducía, la gente rezaba y se acordaba de Dios. Entonces, ¿quién vendía más nuestros servicios?. Nos interesan los resultados, hijo mío. ¡Re-sul-ta-dos!”.

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