jueves, 14 de mayo de 2009

ALAS DE COLIBRÍ

ALAS DE COLIBRÍ

ANTONIO ESPINO MANDUJANO


UNO
Un sueño es algo que está fuera de la realidad, más sin embargo “apunta hacia la luna y aunque te equivoques irás a parar a las estrellas” – me dice la maestra Dení Bautista -, arrebujada bajo el jorongo de lana, mientras insectos de todos tamaños cruzan el aire de la noche. Un folleto con antecedentes de la Delegación del ISSSTE, le sirve para espantarse los mosquitos.

Sigo gozando de su confianza -así me lo ha manifestado de muchas maneras-
por eso la noche del sábado, me habló de nuevo, de su vida de maestra jubilada: “ la felicidad no está en los años, meses, semanas, ni siquiera en los días”. Se encuentra en cada momento. “ Hoy es el mañana de ayer...” Dígame si no, los que estamos en la última etapa de la vida -en un ejercicio de retrospectiva – quisiéramos tener alas de colibrí.

Ciertamente –sostiene- es una injusticia el sistema de pensiones; a los jubilados nos están pagando con migajas, parece que recibimos una limosna en lugar de un merecido y bien ganado trato por parte del gobierno; en el discurso oficial se publicita de los apoyos con quienes se tienen los compromisos de justicia social que supuestamente somos los más pobres, pero la realidad es otra.

Cuando escucho decir a mis compañeros jubilados “ que nadie nos pela” y que por nuestra edad se nos sigue relegando, después de haber dedicado años de trabajo en el ámbito productivo, me pongo a pensar que a estas alturas “ la vida es muy bella como para mantener sentimientos negativos en nuestro camino”.

Cuenta que durante muchos años luchó y nunca se dio por vencida. “ Sólo que ahora soy una añosa jacaranda que tiene raíces y ramas extendidas por esta tierra”, por eso ahora lo que más desea es recibir un abrazo y un beso de sus nietos. “ De vez en cuando cierro mis ojitos e imagino que me están abrazando y me están dando el beso que quiero que me den”. Dice que su fe en Dios es grande; “la fe crea confianza, da paz mental y libera al alma de dudas, preocupaciones y ansiedad ...”. Uno de los secretos para ser feliz es aprender a dar sin esperar nada a cambio, por eso cuando mis hijos y mis amigos me visitan procuro pasarla bien, los recibo con una sonrisa y sostengo una plática bonita, les digo que mientras el ser humano mantenga odios y resentimientos en su corazón, será imposible ser feliz.


DOS
Tiene razón la maestra Dení, cuyas palabras ilustran porque la suya fue una vida siempre luminosa.
Esta respetable anciana que en sus inicios ejerció la docencia recibiendo como pago -cuando no llegaba la nómina- una canasta de huevos o “alguna gallina demasiado gorda”, siempre se distinguió por ser una persona de preocupaciones sociales.

Con sus 80 años a cuestas, es una anciana sabia, que narra los por menores de un episodio que la marcó en la vida: como única mujer de una familia de 10 hermanos, desde los 6 años su padre la llevaba a trabajar la parcela para que aprendiera junto a los varones cómo hacer producir la tierra y cómo sacar adelante a la familia; “ yo aprendí desde controlar el riego de los terrenos, hasta removerlos y echarles una mezcla de estiércol y ceniza del fogón, para que produjeran maíz y fríjol en abundancia”.

Lo importante -agrega- era aprender a unir fuerzas y caminar juntos como familia para conseguir las cosas.
De ahí para acá comprendí el valor de la familia unida por el amor a la tierra y la fe en Dios, la importancia de la vida, del aprender a amarnos como somos, porque en una sociedad en crisis, lo fundamental es la integración de la familia, sus aspiraciones, sus metas y sueños por vivir mejor, con responsabilidad social y cambio de fondo.

Es decir, que aún en la etapa final de la vida -como lo manifiesta la maestra Bautista-, con alas de colibrí, debemos apuntar nuestro vuelo hacia la luna y aunque nos equivoquemos de todas maneras iremos a parar a las estrellas.

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