jueves, 14 de mayo de 2009

BAILARINAS EXOTICAS

BAILARINAS EXOTICAS

ANTONIO ESPINO MANDUJANO



UNO
MERCADO LABORAL DE CELAYA

Ataviada en azul, su color preferido, Vanesa Julieta no podía contener el lloriqueo, que absorbía con una servilleta desechable. Para empezar ella se tomó dos caballitos de tequila, de varios tragos cada uno y durante la charla bebió dos cervezas.

La bailarina quería disimular las lágrimas, pero el sentimiento era ostensible. “Cuando se pierde la vergüenza, a una le vale un comino que le llamen teibolera o como les pegue su regalada gana; yo creo que a esta “profesión” no hay que andarle averiguando mucho: me parece mejor aceptarla y ya”, gime mientras va describiendo nombres, lugares, anécdotas y, sobre todo porque así lo marca la naturaleza de su oficio, “un sinnúmero de casos donde tanta bestia en celo ha tratado de sobrepasarse”.

Vanesa viste unos jeans que se entallan a su delgado cuerpo y una ceñida blusa azul muy llamativa. Sus ojos son de un café tenue y cautivante. Ella ha demostrado su facilidad para desnudar su cuerpo en “el mercado laboral de Celaya”, sin embargo tiene mucha competencia, “pues viene apretando fuerte un grupo de jóvenes extranjeras interesadas en ejercer su profesión en esta ciudad”.

En esta ocasión está rodeada de un grupo de mujeres semidesnudas que posan como para un cromo de vulcanizadora y aunque sus físicos no responden a los estándares de la estética occidental, de cualquier manera lo que les importa es el empeño, la enjundia, el sentido del ritmo y la voluntad que le ponen a sus presentaciones.

DOS
“¡TUBO, TUBO, TUBO!”

Es cerca de la media noche y al ritmo de “La mesa que más aplauda...” (za za za), el animador invita a los clientes a chupar y presenta a las chicas que bailan en la pista al ritmo de esa pegajosa pieza. En el más puro vacile y chacoteo erótico las bailarinas resbalan su cuerpo en el “tubo” para luego desprenderse de su ropa poco a poco, ante los gritos de una clientela de todas las edades, que por lo general, llegan a estos lugares en grupos.

En antro de avenida Constituyentes empieza la noche a todo gas. Las diez bailarinas exóticas inician su ronda de table dance. Untado el traje en sus cuerpos dan la impresión de que les pintaron el vestido en la piel. La redondez donde debe estar. Los espigados cuerpos que se mueven como siluetas y que parecen estatuas modeladas al antojo del escultor, contorsionándose al ritmo de la música y de los gritos que se escuchaban de “¡tubo, tubo, tubo!” y de risas procaces.
Una voz al micrófono presenta a cada una de ellas. Todas van apareciendo en la pista entre neblina violeta y con sus vestidos ligeros, pantalones ceñidos y blusas que guardan senos a punto de reventar el sostén.

Para incrementar el consumo un par de meseros animan a “los clientes” a que “inviten” a su mesa a una de las chicas para un “table dance”. La más solicitada es Vanesa, muslos macizos entallados en short azul y caderas respingonas. La mujer baila delante de una pareja de hombres trajeados que beben ávidamente. Juguetona, mueve las caderas y sacude los senos, que acaricia entre sus manos, para después ponerlos en la cara de los parroquianos. Luego se descorre el short hacia abajo y se da la vuelta, se agacha y sacude sus caderas que cubre una minúscula tanga color violeta. Lo hace en la cara de otro cliente que suelta un insulto y una risa procaz. Entonces la mujer, hace la finta de bajarse la tanga y al ritmo de la música, al final de su “téibol”, muestra su trasero hacia la concurrencia que extiende sus bramidos cuando se aleja sacudiendo sus caderas respingonas.

TRES
MERCADO REGIONAL

Al parecer, por información que nos brindaron las mismas bailarinas, Celaya es considerada “un mercado regional”, donde llegan todas las noches un promedio de 150 “teiboleras”, de las cuales 60 son consideradas “de primer nivel”.

Aquí, en 15 centros nocturnos, las vemos de todo tipo: delgadas, altas, bajitas, morenas, de piel clara; algunas son menores de edad y otras rebasan los treinta años; pero todas lucen muy arregladas y con celular al cinto. Su trabajo es una fuente importante de ingreso para los dueños de antros y también genera empleos directos que ocupan a taxistas, cantineros, meseros y responsables de seguridad; así lo tienen considerado las estadísticas que manejan los funcionarios de Fiscalización en lo que se conoce como mercado laboral de las bailarinas exóticas.

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