jueves, 14 de mayo de 2009

EL ALACRÁN

EL ALACRAN DE LOS AGUSTINOS

ANTONIO ESPINO MANDUJANO


UNO
El alacranismo es un problema de salud pública en México. Según datos de la Secretaría de Salud, anualmente mueren más de 300 personas por picadura de alacrán, sobre todo menores de 10 años de edad. El estado de Guanajuato está considerado como una región con gran demanda de asistencia médica por la picadura de este fósil viviente que fue uno de los primeros seres en poblar la Tierra hace 450 millones de años.

Como todo animal nocturno, los alacranes cazan de noche y viven en madrigueras que ellos mismos cavan bajo troncos y piedras. Dos veces por año se reproducen y una hembra puede dar a luz de 40 a 70 alacranes por camada.

DOS
LOS ARÁCNIDOS DE LA SIERRA DE LOS AGUSTINOS

En un pequeño nicho de piedra, frente a imágenes de la Virgen de Guadalupe y San Miguel Arcángel, en la capilla de La Bufa de la sierra de Los Agustinos, reposan incensarios con copal, agua bendita, veladoras y flores de camelinas.

En este paraje, hace algunos años, cayeron moribundos dos caballos que jalaban la plataforma donde iba colocada la imagen religiosa del arcángel patrono de los tarimorenses, que se bamboleó peligrosamente ante la sorpresa de los feligreses que como pudieron la transportaron hacia tierra firme.

Los caballos murieron por picadura de alacrán, arácnido venenoso que abunda esta región, a decir del veterinario práctico don Odilón Patiño, quien desde ese entonces, al inicio de la temporada de lluvias, vuelve a ese sitio a restablecer el ánimo piadoso, agradecer los bienes recibidos y a demandar protección para la gente y sus animales “contra la severidad del daño del ataque de un animal venenoso”.

Este ejidatario de 70 años, señala: “yo tengo tres hijos, dos de ellos están por recibirse de ingenieros agrónomos y otro se graduó de médico veterinario zootecnista”. Cada año venimos a darle las gracias al Creador por las cosechas y porque a mis muchachos que iban en la plataforma ese día de la festividad, no fueron víctimas del piquete de los alacranes que en cantidad salieron por debajo del atuendo del santito, el cual fue utilizado por los animales ponzoñosos como madriguera.

Ese día, terminada la ceremonia religiosa, mientras dábamos cuenta de los tamales y el café caliente, de pronto cundió el pánico.

“Uuuy, miren cuantos alacranes.... y la chinga que le están metiendo a los caballos”, gritó un chiquillo trepado en un árbol. Algunos corrimos en auxilio de los equinos y el resto se refugió en el altar, con la mirada de espanto clavada en el cielo en busca de protección divina y preguntándose ¿de dónde salieron tantos bichos ponzoñosos?.

No le miento, explica, eran como cien arácnidos de color negro paja y café de buen tamaño, que habían mudado su coraza lo que determinaba su peligrosidad.

Serio –señala a su alrededor-, “nuestros antepasados nos enseñaron que con estos bichos, hay que andarse con cuidado. Mire, como todo animal peligroso, los alacranes viven en madrigueras que ellos mismos cavan bajo troncos y piedras”. Dos veces al año se reproducen, y una hembra puede dar a luz de 40 a 70 alacranes por camada, por eso son tan abundantes en esta región.

En el país, de las 220 especies registradas, seis son muy venenosas al ser humano y se encuentran básicamente en las regiones Centro-Occidente y Pacífico. “Aquí en la sierra de los Agustinos el alacrán nativo es altamente tóxico”. Antes morían muchas personas por picadura de alacrán, sobre todo menores de 10 años de edad.

Hoy en día se usa el antídoto o inmunoglobulina antialacrán como asistencia médica, no hay de otro para neutralizar el veneno, advierte.

Es mentira lo que dice el corrido “El Alacrán de los Agustinos”, que narra la leyenda del general cristero que para afinar estrategias de combate o como forma de diversión, organizaba batallas entre alacranes y cuando picaban a los cristeros, curaba al intoxicado con remedios caseros, como tomar tequila, comerse los propios alacranes y ponerse pólvora en el sitio de la picadura.

Eso no vale ante una picadura de alacrán o mordedura de serpiente venenosa, lo cual produce intoxicaciones y en algunos casos conllevan a la muerte. “La mayor parte de las personas que fallecen por picadura o mordedura lo hacen dentro de las primeras tres o cuatro horas después del accidente”.

Por eso es más conveniente tener el antídoto a la mano, aplicarlo lo más pronto posible y... dejar al intoxicado en encomienda de la Morenita y del santo patrono, que rara vez fallan cuando requerimos de su protección, recomienda este veterinario práctico, famoso en la región por organizar peregrinaciones que ponen de manifiesto su tradición comunitaria.

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