martes, 12 de mayo de 2009

EL CANTANTE

EL CANTANTE DE LOS PEREGRINOS

ANTONIO ESPINO MANDUJANO


El padre Alfredo Gallegos Lara, como intérprete de boleros, es un cantante muy famoso y admirado entre los peregrinos que caminan del Bajío al Tepeyac.

Siempre los acompaña en sus agotadoras jornadas y en las noches, en una especie de abrazo musical, para ahuyentar el tedio y el cansancio, acompañado de su tradicional guitarra o a veces llevando mariachi y rodeado de más de trescientos feligreses hace que sus canciones y sus chistes se esparzan, creando una atmósfera de relajamiento, de romanticismo, de recuerdos; por momentos de nostalgia y alegría, en una suerte de charro cantor con el ánimo encendido que multiplica las complacencias en un escenario con aires de campo y caminos de tierra.

Los peregrinos que conocen de música dicen que dramatiza la melodía, en un estilo cadencioso que alarga los tonos en las vocales y maneja el énfasis en las frases al estilo de José Alfredo Jiménez, como cuando canta El Rey: “Una piedra en el camino/me enseñó que mi destino/era rodar y rodar/después me dijo un arriero/que no hay que llegar primero/sino hay que saber llegar”. O bien recalcando emocionalmente la línea poética como cuando interpreta música de la trova yucateca como esa canción de Guty Cárdenas que dice: “Yo sé que nunca/besaré tu boca/tu boca de púrpura encendida/yo sé que nunca llegaré a la loca/y apasionada fuente de tu vida”.

Por eso al término de la ceremonia religiosa y cuando los peregrinos se dan cuenta de la presencia del sacerdote-cantante, es a él a quien le piden que se arranque con una canción prendiendo el júbilo de la feligresía.
“¡Padre Feyo échese una alegre, que esto parece velorio”!, grita alguien de los peregrinos. Y el Padre Pistolas responde con un animado “Caminos de Guanajuato” que prende a la concurrencia.

Es también ya famosa la anécdota, cuando en la comunidad de San Nicolás de la Condesa, los lugareños bailaban al son de los mariachis y se desgañitaban armando borlote en cuanto el padre Alfredo se arrancaba con una canción.

Doña Conchita, una anciana que se olvidaba de sus 76 años de edad, zapateando “el mariachi loco”, por sus zangoloteo le gritaba la chamacada a su alrededor “¡voy polla”!, y con voz de trueno el Jilguero de Tarimoro complementaba “¡pero no hay ningún gallo”!, esbozando una sonrisa y manteniendo el ánimo en lo alto, mientras las caras de alegría de los parroquianos lo decían todo.

Su fama ha trascendido por todas las comunidades de la región sur del estado, tan es así que los lugareños han compuesto más de una docena de corridos en su honor. Un ejemplo de originalidad e improvisación es el corrido Mañanitas al Padre Pistolas, que los campesinos de Las Cañadas de Tirados, cantaron una fría tarde, en la que flotaban algunos sueltos jirones de nubes blancas, mientras departíamos entre puestos de comida con motivo de su fiesta patronal.

Tal vez por eso dicen los peregrinos que el padre Alfredo suele ser directo, franco y sonriente y sin asomo alguno de esas solemnidades antipáticas que suelen caracterizar a las dignidades católicas.

Es por tal motivo “el cantante de los peregrinos” del Bajío al Tepeyac, porque de esos curas quedan pocos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario