martes, 12 de mayo de 2009

DOMINGO CARCAÑO

DOMINGO CARCAÑO

Antonio Espino Mandujano

“Al periodismo le debo la cultura del entusiasmo y a la mujer la
creencia de que es el mayor argumento de que Dios existe”

UNO
En traje azul, camisa de cuello de tortuga impecable, el pintor más representativo de los bohemios don Domingo, empieza el día a todo gas. Lo encontramos en la comida anual de un grupo de tarimorenses, con sus amigos al lado, de inmejorable ánimo, porque dice que sigue enamorado, de esa ensoñación única que es la mujer... lo mismo le brillan los ojos al hablar largos minutos sobre pintura, que hace pausa al llegar al inevitable tema que más le apasiona: las damas. Se llenará de entusiasmo en cuanto escucha mencionar el tema del “palomazo” y nos receta de nuevo su famosa prédica, con el agregado de “cien nubes de amor, cercan al cielo”, de nombre largo y cachondo, bromea.

DOS
El pintor chilango Domingo Carcaño, reconocido maestro del dibujo y exponente de una nueva escuela del espacio libre “que infiltra en la intimidad del desnudo” y a quien sus conocidos llaman “el aterciopelado”, porque es un hombre maduro, afable, siempre relajado y con talante de los que parecen no tener mayores problemas en la vida, me confesó “que si nuevamente tuviera 18 años, con la experiencia que he acumulado, ninguna dama podría resistirse”.
En la juventud-explica- los hombres “están más interesados en obtener y recibir placer que en ofrecerlo”; ya cuarentones tienen menor resistencia física, “por lo que la calidad desplaza a la cantidad en los encuentros amorosos, sobretodo si son con jóvenes veinteañeras”.
Este pintor rollizo de lentes bifocales y greñas lacias y canosas, cuya teoría de la calidad sexual plasmó en su famoso cuadro “Una rebanada de luna”, donde buscó crear imágenes de la mujer, “próximas y convincentes”, también se ufana de ser psicólogo y terapeuta, cuando afirma que todo proviene de la propia naturaleza: “en la época de calor las mujeres producen mayor número de feromonas, hormonas que son perceptibles por el órgano vomeronasal (situado cerca del tabique nasal) que estimula el hipotálamo, receptor de emociones y deseos sexuales”.
De ahí el privilegio de quien pruebe “bucear” por el cuerpo de una mujer, puntualiza, y nos comenta el caso sonado del famoso “palomazo” que explica las razones del porqué una pareja con grande diferencia de edades se atrae.
Conocí un maestro en la escuela de San Carlos, nos dice, que se casó hombre maduro, con una joven a quien le llevaba 30 años. Para beneficiarse de la inexperiencia de la joven en cuestión, el experimentado maestro uso un marcador una vez, cuando “buceaba”. Al deslizar su nariz y boca “por los espacios de su luna redonda”, su mujer le decía “ahí, ahí... un poco más a la derecha... no, no, a la izquierda...¡ por favor, te lo suplico, más arriba, más arriba...!, ¡ahí, ahí, merito!”. el experimentado pintor se detuvo y puso el dedo en el punto que la mujer orientó. Le puso “un palomazo” con el marcador, y le dijo, apretando las mandíbulas y endureciendo el gesto: “¡mira, que si mueves ese punto, te mato!”. La mujer se limitó a sonreír, todavía aturrullada por la excitación provocada.
El pintor Carcaño platica que de ahí surgió la práctica del “palomazo”, y el porqué los caballeros maduros prefieren a las jóvenes, “que significa la reafirmación de la virilidad y la autoestima”, por la experiencia acumulada: cuando se llega a la madurez, el hombre ya no solo busca su propio goce, sino también el de su pareja, lo que les da mayor seguridad sexual, “ya que la calidad desplaza a la cantidad en los encuentros sexuales”.
En este sentido, dice el refrán que la vida comienza a los 40. El filósofo y matemático René Descartes, por ejemplo, ya cuarentón se sentía atraído, sobre todo con las jovencitas bizcas, y buceaba como una de las más atractivas experiencias eróticas.
De ahí que la aventura del “palomazo” vivida por el maestro de San Carlos, señala Carcaño, es la forma de tener “bajo control esos detalles” a la hora de cumplir con la misión que a los hombres maduros nos depara el encuentro amoroso, ya que experiencia mata juventud, lo que es lo mismo: “cien nubes de amor cercan al cielo”.

Por otro lado, cada vez son más las parejas de la tercera edad que tienen sexo.

Cuenta, don Domingo, que cuando la actriz Sophia Loren preguntó a su abuela Luisa cuándo perdió interés por el sexo, la anciana de 80 años, contestó: “No se, querida, tendrás que preguntarle a alguien de más edad”.
Hoy no estaría sola. Los mayores de 70 años tienen más y mejor sexo que nunca, según un estudio. La generación Viagra continúa disfrutando de la intimidad sexual en una forma que estuvo negada a sus antepasados.

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