miércoles, 13 de mayo de 2009

DOÑA TARCISIA

DOÑA TARCISIA Y EL LENGUAJE FLORAL

ANTONIO ESPINO MANDUJANO



Las manos de Silvana Capetillo son pequeñas, morenas y un poco regordetas. Si no fuera por el esmalte rojo de las uñas que le dan un toque femenino, pasarían sin problema alguno por las de un joven. Son manos fuertes, de dedos callosos y firmes debido a su oficio de “viverista”, productora de plantas ornamentales.

Con estas manos y su talento, cultiva una variante de rosas de corte llamada las “tres hermanas” que se caracteriza por sus colores agradables y que en San Miguel de Allende, la gente devota del Señor del Golpe, las acostumbra llevar en manojos para frotarlas en el vestido del nazareno, porque aseguran, “al tocar el manto milagroso, dejan de ser flores para ser remedio de todos los males”.

“Soy una persona creyente que hace lo que más le gusta en la vida: cultivar plantas ornamentales.

Porque sé que aparte de sus cualidades estéticas y el bienestar mental para quienes las posee, las personas no pueden vivir sin ellas”, pues el principal recurso que obtenemos de las plantas es el oxígeno que respiramos, expresó la especialista, mientras coloca bajo la sombra de un verde mezquite de brazos largos y abundantes, una docena de violetas africanas de tonos jaspeados.

Entrevistada en su vivero rústico de San Miguel de Allende, donde hay muchos troncos que sirven de sillas, esta mujer guanajuatense de tez morena y cuerpo voluminoso, afirma que su amor por la naturaleza obedece al gusto de su abuela por cultivar flores: “es una anciana que gozó a plenitud los años transcurridos y que todavía por su propia vitalidad canta, baila, se divierte, cuida a los nietos y planta flores y helechos”.

Como un ejemplo de gente creativa, explica que su abuela es una mujer de pueblo, de costumbres y tradiciones, “que todavía dice escuchar en la estufa el mismo lenguaje del fogón de la comunidad, cuando se pone a echar tortillas”.

Señala que su abuela Tarcisia Tierrablanca, de joven era una muchacha morena, discreta y silenciosa, de carácter apacible y de buen humor.

Se hizo novia de un güero dicharachero que le decían como apodo “el muchacho alegre” porque con humor expresaba a la menor provocación que “creer en la tristeza no sólo es ser triste, sino ser muy pendejo”.

Era estudiante de agronomía que sobrevivía de la venta de plantas para adornar interiores de las viviendas, y mi abuela se casó con él “pensando que la iba a mantener, pero no, ¡no salió bueno el hombre!”, y doña Tarcisia se vio en la necesidad de sembrar un pedazo de solar con plantar ornamentales.
Detalla que así fue como surgió su amor por las plantas y su creencia en el lenguaje floral. Añade que su abuela suele decir que “las flores son hermosas porque las personas que creen en el lenguaje de la naturaleza” tienen la capacidad para apreciar la emoción y la felicidad que brindan.

En cierta ocasión –dice Silvana- “me llamaron unas monjas para decirme que querían ver a mi abuela. Les pregunté cuál era el asunto y me dijeron, sabemos que habla con las flores y que ellas querían saber el significado de las rosas y sus combinaciones, antes de que se acabara el mundo.

-¡Ah, está bien, eso hace mi abuela- les respondí-; pero no se vayan a espantar porque es bastante atrevida en sus descripciones.

Y sí, añade la especialista, a mi abuela se le nota lo atrevida cuando habla del significado de las flores por su color y forma, por ejemplo del clavel rojo: dice que es la sangre de la amante virgen en el lecho nupcial; del botón de rosa amarillo: la espera del placer y el dolor; el crisantemo: “los últimos cartuchos” de la vejez; el clavel rosado: “estaré sobre tí”, cuando tu esposo no esté; el tulipán amarillo: “me defraudaste” después de anoche, y el narciso amarillo: la frialdad de tu corazón será doblegada en la cama.

Aunque sé que el lenguaje floral se creó en Oriente, no deja de sorprenderme la capacidad que tiene mi abuela “de agregar cosas coloridas” al significado de las flores porque como bien dice “las flores son y seguirán siendo muy hermosas y es condición del ser humano apreciar sus características físicas y su lenguaje para darle sabor y color a la vida”; las flores nos ayudan a expresar un sentimiento, que desgraciadamente se está perdiendo cada vez más en este mundo globalizado y materialista, añade Silvana Capetillo, mientras termina de colocar bajo la sombra de un verde mezquite de brazos largos y abundantes sus violetas africanas de tonos jaspeados, cuyos repentinos colores semejaban el sostén del paisaje en un domingo luminoso de cielo azul constante.

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