jueves, 4 de junio de 2009

"LADY" CELAYA


“LADY” CELAYA

ANTONIO ESPINO MANDUJANO


UNO
La avenida Tecnológico, cerca de la salida a San Miguel Allende, luce descongestionada la noche del sábado, tras un viento frío que se ha dejado sentir. Con el cielo despejado, desde la autopista se alcanza a ver completo el horizonte de luces que prolongan su verticalidad más allá de la ex Glorieta de Dos Mundos, punto de reunión de un grupo de jóvenes y adolescentes que llegan entre risas portando sus pantalones de mezclilla, amplios suéteres con brillos, chamarras de piel impecable y coloridos y exóticos peinados.
Algunos son de las colonias vecinas, como Vallehermoso, Pinos, Los Naranjos, Fovissste y Residencial Tecnológico, pero otros han hecho viaje especial desde Villas del Romeral, Las Flores, Santa Bárbara y Jardines. La ocasión lo amerita; es la oportunidad de asistir “a su propia” fiesta; la elección, por primera vez, de Lady Celaya, como parte del certamen estatal, en donde cantan, bailan, beben, se dejan ver con sus ostentosos vestidos y culminan eligiendo “a su reina”, soberana que los representará en “un concurso regional a celebrarse el último día del año en San Miguel Allende”.
Puro vacile, puro chacoteo en una diversidad de costumbres afectivas de una mezcla de jóvenes “heterosexuales solteros”, en donde se hacen visibles travestis y transexuales asumidos y de clóset, instalados en el centro de un evento de reventón, en donde predomina un ambiente de chupe y música que transita el ámbito de lo privado al del entretenimiento consumista.

DOS
EL REVENTÓN
El ambiente en un pequeño salón de las orillas de la ciudad empieza puntual a las 23 horas. El local, lentamente se va llenando.
Sobresalen los que llegan al predio con diminutas blusas ceñidas a sus cuerpos, chamarras de piel, pantalones ajustados y zapatos tenis; también arriban “otros” con exóticos y transparentes atuendos al estilo Shakira con aretes y cabello ensortijado que esbozan sonrisas y arman borlote en cuanto un sonido de música estruendosa se apodera del escenario. A medida que se va llenando el local es más fácil concebir la fiesta: algunos rostros gruesos, otros de facciones finas, tez morena o blanca tapizada de cosméticos y cabelleras oxigenadas que caen sobre espaldas anchas metidas en vestimenta de mujer. Música y bailongo en un ambiente “de chavos” que habla, a su manera, de la lucha constante “por conseguir un pequeño lapso de desahogo” en un predio que han bautizado como “el Rincón de la Felicidad”.
En el bullicio del efecto multiplicador todos se saludan de beso en la mejilla y abrazo espontáneo. Para saciar la sed como Dios manda corre la cerveza, el brandy y el tequila, mientras algunas parejas bailan en la pista, animadas ya por unos alcoholes en la sangre.
A las doce en punto se apagan las luces y comienza un show. Acompañada por música de pista, entra en escena “Paquita la del Barrio”, imitada por el “Pavo real”, un chavo treintañero que “le apasiona la música, el desmadre y la alta costura” y que a decir de los presentes, lo que podría parecer cómico en él, es absoluta seriedad, profesionalismo, intenso conocimiento de las canciones de la artista y catarsis colectiva.
Entre evocaciones prende al público e inicia su actuación entre una neblina roja que resalta la figura regordeta con el atuendo característico: vestido largo de color blanco, con aplicaciones de transparente pedrería. Incluyendo su estilizado copete. El imitador, de 34 años, que además es el organizador del evento, empieza a interpretar con gran calidad esos temas que mezclan el bolero con la balada norteña.
“Rata inmunda, adefesio mal hecho, infrahumano, maldita sabandija, espectro del infierno, te odio y te desprecio”, canta con furia el “Pavo real”, imitando a Paquita la del Barrio. Y la concurrencia lo mira y vitorea, pues sus interpretaciones implican casi todo el espectáculo como si estuviera presente la rolliza diva. Esto lo anima y tras tres canciones sentidas, sonríe de oreja a oreja para gritar por primera vez: ¡”que vivan las mujeres!”, con ese pujidito como lo hace la cantante.
Alimentada por el alcohol, la fiesta empieza a llegar a grados de euforia. En sus frases llegadoras el imitador lloró y vino el despecho: “como pordiosera me arrastré a tus caprichos...”, pero ahora “arrástrate a mis rodillas que te quiero ver llorando sangre...¿¡me oyes, méndigo gusano!?
Después cantó “Cheque en blanco” y “Libro abierto”, que fueron celebradas por los presentes con una modalidad: las rolas llegadoras movieron a dos chavos a pedirle al Pavo real que cantara para alguien distante de ahí, vía teléfono celular. El cantante los complació, no sin antes pedirle a los atrevidos lanzar el grito de batalla: “¿me estás oyendo, inútil?”. Alguien del público gritó: ¡arriba las langostas!”, por aquello que dice que en las langostas la mayor parte de la carne se concentra en la cola... la gente aplaude y festeja la puntada.

TRES
ELIGEN A CINTHIA
A las dos de la madrugada en punto comienza la ceremonia de “elección”. “El Pavo real” presenta a las representantes de cada colonia e incluso de comunidades como Tamayo y San Juan de la Vega.
El escrutinio lo preside Saúl, un chavo que es diseñador y modista que se la ha pasado toda la noche chupando y recargando su voluminosa y fláccida panza en una mesa dispuesta al centro en forma de Gameto, símbolo de la mujer.
Entre ovaciones, el Pavo real inicia la presentación de cada una de las participantes: ¡Karen, Sandy, Sheila, Felina, Pitufa, Cleopatra, Luxina...! ¡y nuestra siguiente beeeeelleeeezaaa.... Ciiinthia. Y ahí está Cinthia que se asoma, entre neblina violeta, arrancando aplausos y bramidos. La preferida irradia felicidad, al sentirse la ganadora (porque la elección es de acuerdo a la duración de los aplausos), y juguetona hace la finta de que se bajará la pretina del entallado pantalón blanco, al ritmo de la música, mostrando su trasero hacia la concurrencia que extiende sus bramidos.
Ante la insistencia de los congregados, el Pavo real le cede el micrófono al escrutador, que sube a un pequeño templete a un costado del aparato de sonido y al compás de la música anuncia “que por unanimidad se elige a Cinthia I, Lady Celaya”. Todos aplauden y festejan la elección.
Antes de terminar la ceremonia, estalla una pelea a un costado del salón. Un par de adolescentes que habían participado en el evento, se asestan golpes con el puño cerrado, sin la preocupación de dañar las uñas postizas y sus vestidos largos y estrechos en las piernas. Las concursantes “rijosas” son sacadas del salón por sus compañeros, mientras el Pavo real llama a la calma y los ánimos se apaciguan. La fiesta de elección de “Lady Celaya” termina pasadas las cuatro de la madrugada del domingo.

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